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SOBRE
PROTOCOLOS, PAUTAS Y GUÍAS DE LA PRÁCTICA CLÍNICA
Carmen
Garaizar. Miguel Rufo, Josep Artigas, Rosa Arteaga,
Antonio Martínez Bermejo, *Carlos Casas
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Junta
Directiva de la Sociedad Española de Neurología
Pediátrica (SENP),
1998 - 2000.
*Presidente de la SENP |
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PALABRAS
CLAVE: Protocolos, guías de la práctica clínica,
algoritmos.
Dirección
para correspondencia: Dra. Carmen Garaizar
Sección
de Neuropediatría
Hospital
de Cruces
48903
Baracaldo (Vizcaya)
Tfno.:
94 600 6484
Fax:
94 600 6076
E-mail:
cgaraizar@hcru.osakidetza.net
Resumen.
Objetivo:
Contribuir a la revalorización y adopción de los protocolos
y guías de la práctica clínica, difundiendo
sus características, fundamentos y contexto social en el
que se desarrollan. Desarrollo: Los protocolos, algoritmos
o guías se definen como instrumentos para ofrecer una asistencia
de calidad, sin coartar el criterio médico de cada caso particular.
Su elaboración se atiene a unas reglas precisas y su fundamento
es la "medicina basada en la evidencia": los protocolos
se basan en los resultados de una investigación de calidad,
que es accesible para todos a través de Medline, investigación
que debe ser previamente evaluada de una forma determinada. La fiabilidad
de la evidencia experimental determina la fuerza de la recomendación
contenida en el protocolo. Los efectos sobre la salud de estas guías
deben medirse mediante un análisis de resultados y de la
eficacia. Tienen determinados inconvenientes pero contribuyen a
evitar la arbitrariedad, y a disminuir la variabilidad de la práctica
clínica entre profesionales. Su contribución al actual
sistema de gestión sanitario, y a la utilización óptima
de los recursos, es decisiva. Conclusiones: Actualmente,
la labor asistencial, científica y administrativa van forzosamente
de la mano. Los protocolos o guías participan de estos tres
aspectos de la Sanidad.
Introducción.
Hoy
en día, la producción de protocolos y algoritmos para
el diagnóstico o tratamiento de las enfermedades, está
en alza. Sin embargo, lejos de clarificar el panorama sobrecargado
de información, el médico tiene muchas veces la impresión
de que hay mas gente dedicada a la elaboración de algoritmos
que facultativos dedicados a su utilización sistemática.
La
credibilidad del protocolo o de la recomendación de determinadas
pautas, viene dada por el organismo que las respalda, mas que por
el autor concreto que las elabore. Los protocolos son el producto
de un análisis profundo de la evidencia médica. Su
elaboración requiere amplios conocimientos de metodología
de la investigación científica, para poder juzgar
si la evidencia que la investigación nos proporciona es fiable
y generalizable a todos los supuestos que consideremos.
Sus
efectos sobre la salud son cuantificables, en términos médicos,
sociales y económicos lo que, entre otras cosas, permite
al clínico participar en la modificación y adaptación
de los protocolos a sus necesidades particulares. La difusión
y adopción de este tipo de prácticas es algo que se
ha pedido con insistencia desde instancias nacionales e internacionales.
Las
líneas que siguen son una contribución a dicho propósito.
El conocimiento de los motivos, reglas y enorme trabajo escondido
tras la simplificada fachada de un protocolo o algoritmo, contribuye
a su credibilidad y mayor utilización. Muchas de las referencias
bibliográficas del presente trabajo solo pretenden servir
de vehículo para que el lector acceda directamente a las
fuentes. El contexto "socio-médico" sobre el que estas prácticas
asientan serán también objeto de mención, ya
que nos ayudan a comprender el interés que despiertan, tanto
médico como científico y económico.
Definición.
La
definición mas aceptada es la del Institute of Medicine
propuesta hace casi una década (1990) y ampliamente difundido
por el MeSH. El MeSH es un vocabulario de términos científicos
y médicos, elaborado por un equipo de expertos, y utilizado
para indexar los documentos incluidos en MEDLINE [1]. Según
este vocabulario, las practice guidelines son "orientaciones
o axiomas que expresan las reglas presentes o futuras, que ayudarán
al personal sanitario a tomar decisiones respecto al cuidado del
enfermo, diagnóstico, tratamiento y circunstancias relacionadas.
Las normas pueden ser desarrolladas por organismos gubernamentales
de cualquier nivel, instituciones, sociedades de profesionales,
órganos de gobierno, o por un panel de expertos. Las normas
constituyen la base para evaluar todos los aspectos del cuidado
y consecución de la salud." [2]
Hasta
la fecha, la Academia Americana de Pediatría ha desarrollado
unas 15 guías de la práctica clínica (practice
guidelines) y más de 250 declaraciones sobre conductas
clínicas (clinical policy statement) [3], que publica
en la revista Pediatrics y en su página Web [4]. La Academia
Americana de Neurología publica también las suyas
ateniéndose al término practice parameters,
y las divide en tres categorías según a fiabilidad
de la evidencia médica de la que derivan: estrategia estándar,
recomendación (guideline), y estrategia opcional [5].
La Child Neurology Society americana sin embargo, no ha elaborado
pautas y recomendaciones propias. En su lugar, publica en la Web
[6] un índice extensísimo de protocolos relevantes
para la Neurología Pediátrica, elaborados por diferentes
organismos.
Estos
protocolos, recomendaciones o guías intentan ser un marco
de referencia para la evaluación y tratamiento de la enfermedad
objeto de estudio. Son especificaciones para proveer un cuidado
óptimo del paciente, y para medir los resultados de la atención
médica [7]. La National Guideline Clearinghouse es
una página Web [8] gestionada por 4 importantes organismos
norteamericanos: el U.S Department of Health and Human Services,
la Agency for Health Care Policy and Research, la American
Medical Association y la American Association for Health
Plans. En ella se especifica que las "guidelines no son
protocolos fijos que deban ser seguidos (obligatoriamente), sino
para ser considerados por los profesionales de la salud. Identifican
y describen los tipos de intervención habitualmente recomendados,
pero no son un sustituto del consejo médico (...). Ciertos
pacientes pueden requerir tratamientos diferentes de los que se
especifica en una guideline concreta. (...). Deben aplicarse
basándose en las necesidades individuales de cada paciente
según el juicio profesional." Sobre enfermedades del Sistema
Nervioso, este organismo tiene publicados en su página Web
41 guías.
Elaboración.
Los
protocolos o guías (guidelines) se basan por definición
en el análisis riguroso de la evidencia científica.
Sólo cuando ésta no es suficiente se recurre al consenso
de expertos [7]. La "medicina basada en la evidencia" es el fundamento
sobre el que se construye todo protocolo, norma o recomendación
de una pauta.
El
método consiste en líneas generales en una revisión
bibliográfica realizada básicamente, aunque no exclusivamente,
en MEDLINE, debiéndose especificar las palabras clave utilizadas
en la búsqueda. Se seleccionan los trabajos originales que
se centren en el tema objeto de estudio, y se clasifican según
su metodología en diferentes categorías, que indican
la fiabilidad de la evidencia que aportan. La mas fiable es la proporcionada
por los ensayos clínicos randomizados, bien diseñados,
y por los meta-análisis de los mismos (Clase I). La segunda
categoría es la de los estudios observacionales con controles,
del tipo caso-control o seguimiento de cohortes (Clase II). La tercera
está constituida por opiniones de expertos, series de pacientes
sin controles o con controles históricos, casos clínicos
seleccionados, etc. (Clase III). Una descripción mas pormenorizada
de los niveles de calidad de la evidencia científica puede
encontrarse en el trabajo de Jovell y Navarro-Rubio [9]. Según
el nivel de fiabilidad, las recomendaciones del protocolo o guía
tendrán mas o menos fuerza [10], debiendo constar ambas (grado
de fiabilidad y fuerza de la recomendación) en la edición
final del protocolo. Incluyen también la bibliografía
finalmente seleccionada y los consensos o protocolos anteriores,
si los hubiere.
Cuando
evalúan nuevas tecnologías de uso diagnóstico
o terapéutico, establecen categorías según
su seguridad, efectividad, indicación, etc.
Las
grandes organizaciones que auspician y avalan protocolos, guías
o consensos constan de comités ad hoc para realizarlos
y supervisar su calidad. En ocasiones, estos comités incluyen
algún miembro de otras organizaciones de interés afín
al tema que tratan. Y suelen pedir a estas organizaciones u otras
su opinión sobre la norma o protocolo antes de que ésta
sea publicada.
Temas
que abarcan.
Los
temas pueden ser propuestos por cualquier miembro de la sociedad
u organismo de que se trate, e incluso por sujetos ajenos a la misma.
Según la Academia Americana de Neurología, de todos
los temas propuestos se seleccionan los que cumplan alguno de los
siguientes criterios: asuntos de gran prevalencia o frecuente utilización,
asuntos que puedan potencialmente mejorar los resultados diagnósticos
o terapéuticos, medidas que puedan disminuir las diferencias
enormes de la práctica médica entre profesionales
para una misma enfermedad, asuntos de gran impacto económico,
de grande o nula calidad de la evidencia científica, prácticas
que sufren una gran presión externa o que por su novedad
requieran una evaluación urgente.
Basándonos
en lo publicado por la National Guidelines Clearinghouse,
la American Academy of Pediatrics y la American Academy
of Neurology, las recomendaciones y protocolos pueden tratar
sobre: el seguimiento adecuado de ciertas enfermedades (por ej.
Neurofibromatosis I [11], cromosomopatía X-frágil
[12]), sobre la pauta diagnóstica de una enfermedad (ej.
Diagnóstico del síncope [13), sobre las indicaciones
de una prueba complementaria (ej. RNM cerebral y espinal [14]),
sobre la indicación de determinados exámenes complementarios
en procesos concretos (ej. Utilidad de la neuroimagen en pacientes
con cefalea y exploración neurológica normal [15],
o bien: Punción lumbar, EEG, analítica y neuroimagen
en la primera convulsión febril [16]), o sobre el tratamiento
de ciertos procesos (ej. Medicación del niño con trastorno
de la atención [17]), o sobre un efecto secundario de un
tratamiento dado (ej. Efectos sobre el comportamiento y cognitivos
de la terapia antiepiléptica [18]), o para deshacer asociaciones
equívocas (ej. Trastornos del aprendizaje y función
visual [19]), etc., etc., etc.
En
cualquier caso, una guía de la práctica clínica
debe proporcionar un consejo de tipo práctico, sin ambigüedad
alguna, concretándose en un problema específico y
definiendo si el objetivo es prevenir, diagnosticar, tratar, etc.
[20].
Motivos
para la producción de protocolos y sus implicaciones.
Aparte
de las innovaciones científicas por sí mismas, según
Bergman [7], durante los últimos 20 años ha habido
grandes cambios en la atención médica debidos al coste
creciente de la Sanidad, la variabilidad de la práctica médica
entre centros y entre profesionales, y las demandas judiciales.
En lo que respecta al pediatra, éste se ve forzado a copar
con la contención de los gastos, a reducir el uso inapropiado
de los servicios médicos, y a mejorar sus resultados diagnósticos
y terapéuticos. Para ello, necesita un instrumento que le
permita analizar las pautas habituales y documentar su eficacia.
Existen varias, pero dos son las armas mas importantes con las que
cuenta: las practice guidelines y los métodos de cuantificación
de resultados (outcomes assesment).
Pero
todas estas indicaciones para elaborar protocolos, aunque ciertas,
no pueden esconder el hecho de que el profesional sanitario se ve
hoy en día literalmente asediado por información clínica,
novedades técnicas y terapéuticas. Analizar cada fuente
y discernir entre lo válido y lo que no lo es, puede resultar
una labor imposible. Por ello, las recomendaciones clínicas
(practice guidelines) se convierten en "un instrumento que
asegura que los niños reciban una atención (médica)
basada en la evidencia" [3].
Estas
recomendaciones, guías y protocolos deben permitir su propia
evaluación, de tal modo que el clínico pueda participar
en la modificación de los mismos y en su adaptación
a las necesidades concretas de los pacientes locales. Para ello
podrá usar los sistemas de medición de resultados
antes mencionados. Estos últimos incluyen: resultados clínicos,
encuestas de satisfacción del paciente, estudios de coste-beneficio
y de calidad de vida. Enfocar nuestros trabajos clínicos
a la medición de resultados (outcome research) adquiere
así la máxima importancia. El organismo americano
Agency for Health Care Policy and Research considera que
la mejoría documentada de los resultados clínicos
tras aplicar una guía o protocolo, debe ser una característica
intrínseca de los mismos [21].
Quejas,
limitaciones y utilidad real de los protocolos y guías.
Una
encuesta reciente a 600 pediatras americanos sobre 4 protocolos
propuestos por diferentes organismos nacionales, mostró que
solo el 16-66% de los pediatras que contestaron la encuesta conocían
los diferentes protocolos; el porcentaje mas bajo corresponde al
protocolo sobre prevención de enfermedades y el mas alto
al que versaba sobre la hiperbilirrubinemia del recién nacido.
Las quejas vertidas sobre estos protocolos consistían sobretodo
en su carácter de "receta de cocina", seguido del hecho de
que requieran demasiado tiempo o de lo farragoso del procedimiento
recomendado. El porcentaje de facultativos que confesaron haber
cambiado su práctica médica en las enfermedades a
las que se referían los protocolos, varió del 19 al
36% dependiendo de la enfermedad concreta de que se tratara. Un
dato llamativo del estudio fue que los médicos que encontraron
mayor utilidad a los protocolos fueron aquellos que habían
acabado la carrera mas recientemente y los que no trabajaban en
los grandes centros afiliados a universidades [22].
Otras
limitaciones observadas en el desarrollo de protocolos y pautas
recomendadas en Pediatría, consisten en la escasez de enfermedades
prevalentes, la escasez de estudios randomizados y controlados sobre
opciones diagnósticas y terapéuticas específicas,
y en el hecho de que los pediatras no tratamos directamente con
el paciente sino con sus familiares, los cuales no siempre aceptan
o comprenden la importancia de un protocolo [21].
Contexto
"socio-médico" en el que se enmarca la producción
de protocolos y guías de la práctica clínica.
La
elaboración de protocolos y guías es producto de la
"medicina basada en la evidencia". Dicho tipo de medicina constituye
una revolución sin precedentes en nuestra profesión
[23]. Caricaturizando un poco, podemos decir que del antiguo sistema,
donde la fiabilidad del consejo médico venía dado
por la credibilidad de la personalidad que lo emitiera, credibilidad
basada en la experiencia personal, situación jerárquica,
renombre de sus intervenciones públicas, acumulación
de títulos, etc., hemos pasado al consejo médico emitido
por un comité de un organismo determinado, que especifica
claramente la obtención de sus conclusiones a partir de estudios
de investigación bien diseñados y accesibles para
todos, a través de MEDLINE. No es de extrañar que
tenga sus detractores y genere malentendidos [24]
El
MEDLINE es el brazo ejecutor de la revolución que está
en marcha; la base de datos, su estructura y la enorme difusión
de su utilización por todos los ámbitos y centros
de salud. De esta forma, se ha hecho factible la recomendación
de los expertos [25]: Aque la resolución de un problema clínico
empiece con la búsqueda de una revisión de conjunto
válida o de una guía de la práctica clínica
como el método más eficiente para decidir sobre la
mejor atención al paciente.@
El
punto débil de la medicina basada en la evidencia es la calidad
de la investigación científica. No se puede entender
la aparición de pautas, protocolos y recomendaciones si no
hay una investigación previa que garantice los resultados.
Esta garantía viene dada por la reproducción de los
hallazgos experimentales, y dicha reproducción a su vez,
solo se consigue si la metodología es adecuada. Cuando ésta
es de primera clase, como en el caso de los ensayos clínicos
randomizados, deben ellos también atenerse a sus propias
normas de ejecución, contenidas en la Good Clinical Practice,
las cuales incluyen criterios éticos en la consecución
de objetivos científicos. Como consecuencia de todo ello,
estamos cambiando nuestro sistema de valoración de la literatura
médica, que de estar dirigida al autor y al apartado de la
Discusión, se dirige ahora al Material y Métodos y
a los Resultados [26]. Evaluar los resultados y metodología
no siempre es fácil, y puede convertirse en una tarea que
supere los conocimientos clínicos del facultativo que consulta
la literatura. Por este motivo, han surgido instituciones como la
Colaboración Cochrane y los nuevos tipos de publicaciones
periódicas auspiciadas por diferentes sociedades médicas,
hasta el momento británica y americana, todas ellas dedicadas
a la realización sistemática de meta-análisis
sobre los temas mas variados, y cuyos resúmenes son accesibles
en la red [27, 28, 29].
Una
vez que la evidencia científica de la investigación
proporcione el material con el que se construyen los protocolos
o guías, la aplicación de estas últimas conduce
al otro tipo de investigación: el análisis de resultados
y de la eficacia. Su objetivo es identificar, comparar y probar
pautas, métodos o tecnologías en series grandes de
pacientes, con el fin de constatar un cambio en los resultados clínicos.
No
se nos escapa que los protocolos o guías no solo evitan la
arbitrariedad sino que también conducen a una cierta uniformidad
de la conducta médica ante enfermedades concretas. Uniformidad
que, si bien es cierto que va adaptada al progreso científico,
permite además un consumo de recursos con menor variabilidad
entre centros y entre profesionales. En el mismo sentido, la evaluación
del uso adecuado de la tecnología médica es hoy en
día parte integrante de la gestión sanitaria, y se
lleva a cabo por organismos y agencias nacionales, en todos los
países desarrollados [30]. Y es que en épocas de escasez
de recursos, su utilización de forma inapropiada es debida
en parte al pequeño número de consensos, pautas recomendadas
y protocolos, o bien a su escasa difusión. De igual manera,
el análisis de resultados es ahora un campo particularmente
importante para remodelar la política sanitaria y orientar
la asistencia hacia el consumo óptimo de recursos.
A
dónde conducen estas prácticas es hacia una gestión
más eficaz de la Sanidad donde, en el caso de los hospitales,
la facturación del coste se hace ahora no por cama-día,
por poner un ejemplo, sino por proceso, es decir, por paciente atendido,
al que se ha asignado una categoría basada en una clasificación
clínico-terapéutica a la que corresponde un consumo
determinado de recursos. Son los DRG, PCM y demás medidas
que son utilizadas en el case-mix management [31]. Requieren
cierta unanimidad de criterios diagnósticos y terapéuticos
por parte de los profesionales. Además, la disminución
de la variabilidad entre profesionales y la disminución del
uso inapropiado de la tecnología médica hace que sea
menor el número de pacientes con un coste superior al que
le correspondería por su DRG. Y finalmente, a nivel suprahospitalario
se encuentran las Acreditaciones y Certificados que facultan a centros
determinados para la realización de tareas concretas (por
ej.: transplantes, cirugía del Parkinson, etc.), lo cual
facilita de alguna forma el control de su eficacia y la contención
del gasto, sin perder el tren de los grandes avances científicos,
y el beneficio social y político que generen.
Resumiendo,
hoy en día nuestra labor asistencial está financiada
según el tipo individual de paciente que tratemos, a través
del coste por proceso hospitalario, y habrá sido producto
de una investigación científica de calidad (Clases
I, II o III), investigación que habrá conducido a
su indicación médica a través de un protocolo
(guideline), protocolo cuyos resultados serán evaluados
científicamente, en sus aspectos clínicos, sociales
y económicos (outcomes assesment), para su posterior
adaptación, y mejor gestión, de nuestra realidad concreta.
La labor clínica, científica y administrativa juntas
(¡pero no revueltas!) en el mismo tren que, nos guste o no nos guste,
es el que nos conduce al siglo venidero.
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