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FÁRMACOS
ANTIEPILÉPTICOS UTILIZADOS EN LA INFANCIA. NUEVOS PRODUCTOS
Y NUEVOS CONCEPTOS.
Artículo
aceptado para su publicación en Anales Españoles de
Pediatría (2003). http://www.aeped.es
AUTORES: Carmen Garaizar Axpe, Angélica
Villaverde Bello, Tomás Pérez Concha, María
Herrera Isasi, Ainhoa Álvarez Ruiz de Larrinaga
Unidad
de Neuropediatría, Hospital de Cruces, Baracaldo, Vizcaya
Dirección
para correspondencia:
Dra.
Carmen Garaizar
Unidad de Neuropediatría
Hospital de Cruces
48903 Baracaldo, Vizcaya
e-mail: cgaraizar@hcru.osakidetza.net
INDICE
RESUMEN
INTRODUCCIÓN
OBJETIVO DE LA INTERVENCIÓN FARMACOLÓGICA
ANTIEPILÉPTICA
LA BÚSQUEDA DE NUEVOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS
INDICACIONES DE LOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS
EN LA INFANCIA
FARMACOCINÉTICA DE LOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS
FARMACODINAMIA
RELACIÓN ENTRE FARMACOCINÉTICA Y FARMACODINÁMIA
NIVELES SÉRICOS
INTERACCIONES MEDICAMENTOSAS
EFECTOS SECUNDARIOS
FARMACOGENÉTICA Y EL ESTUDIO MOLECULAR DE
LA FÁRMACO-RESISTENCIA
EFICACIA Y TOLERABILIDAD DE LOS NUEVOS FÁRMACOS
ANTIEPILÉPTICOS
BIBLIOGRAFÍA
TABLAS
Introducción:
Desde 1990 se han comercializado en nuestro país ocho nuevos
fármacos antiepilépticos (FAE), y otros más
lo serán en un futuro próximo.
Objetivo:
revisar los conceptos que guían el desarrollo de los nuevos
fármacos, indicaciones, mecanismo de acción, eficacia
y tolerabilidad.
Desarrollo:
la intervención farmacológica antiepiléptica
no es ya puramente anticonvulsivante sino que se dirige hoy en día
a la prevención de la epileptogénesis, a la modificación
del pronóstico de la enfermedad y a revertir la fármacorresistencia.
El desarrollo de nuevos fármacos, pasó desde la experimentación
animal con diferentes productos, hacia el “diseño racional”
de fármacos basado en los mecanismos conocidos de excitación
/inhibición neuronal durante la segunda mitad de siglo, para
encaminarse actualmente hacia la denominada fármacogenetica.
Los nuevos FAE estaban indicados inicialmente para las epilepsias
focales, aunque algunos han demostrado poseer un espectro de acción
más amplio. La farmacocinética de muchos de ellos
posee las características ideales, eludiendo el metabolismo
hepático y la unión a proteínas. Las interacciones
medicamentosas y los efectos secundarios son menores, especialmente
en lo que a reacciones idiosincrásicas graves se refiere,
existiendo alguna excepción que conviene reseñar.
La eficacia terapéutica, sin embargo, no es mayor que la
de los fármacos clásicos en la mayoría de los
casos. Las características específicas de la epilepsia
y de la farmacocinética durante la infancia, además
de las normas oficiales para el desarrollo de los ensayos clínicos,
condicionan una utilización precavida de los nuevos FAE en
la infancia, lo que simultáneamente retrasa la accesibilidad
de los niños al posible beneficio terapéutico.
Palabras
clave: fármacos antiepilépticos, gabapentina,
levetiracetam, lamotrigina, oxcarbazepina, tiagabina, topiramato,
vigabatrina
ANTIEPILEPTIC DRUGS USED IN CHILDHOOD. NEW PRODUCTS AND
NEW CONCEPTS
Garaizar
C, Villaverde A, Perez-Concha T, Herrera M, Alvarez A.
SUMMARY
Introduction:
Eight new antiepileptic drugs (AED) have been marketed in our country
since 1990, and some others will soon follow.
Objective:
To review the concepts underlying the development of the new products,
their indications, eficacy and safety.
Development:
The antiepileptic pharmacologic intervention is not only directed
towards an anticonvulsant effect, but also to an epileptogenic prevention,
disease modification and reversion of pharmacorresitance. The development
of new AED, initially based on the screening of putative products
upon an animal model, changed during the last half of the century
to a rational design based on the known facts about excitatory /inhibitory
neuronal mechanisms, to be again redirected more recently towards
the pharmacogenetics. The new AED were indicated for partial epilepsies,
but some of them have shown a wider clinical spectrum. Some show
the ideal pharmacocinetic mechanisms, avoiding hepatic metabolism
and protein binding. Drug interactions and adverse effects, specially
idyosincratic, are rare, with some exceptions that must be known.
Seizure control, however, does not seem to be better than with the
classic AED, in most cases. The specifics of childhood epilepsy,
clinical and pharmacinetic, and the regulatory norms for the development
of clinical trials, prompt a circumspect use of new products in
children, which in turn delays the accesibility of such patients
to a therapeutic benefit.
Key
words: antiepileptic drugs, gabapentine, levetiracetam, lamotrigine,
oxcarbamazepine, tiagabine, topiramate, vigabatrin.
Los
fármacos antiepilépticos clásicos, pocos y
bien conocidos, han dado paso a una segunda generación de
medicamentos que salieron al mercado durante la década de
los 90, tras 15 años de ausencia total de novedades farmacéuticas
a este respecto.
El
primer producto utilizado como antiepiléptico fue el bromuro
de potasio (1857). Durante 55 años no hubo otro fármaco
con propiedades similares, hasta que en 1912 se sintetizó
el fenobarbital (PB). Desde entonces hasta 1978 fueron poco a poco
apareciendo la fenitoína (PHT), primidona (PRM), etosuximida
(ESM), diazepam (DZP), clonazepam (CZP), carbamazepina (CBZ) y el
ácido valproico (VPA). Este último fue descubierto
en Europa a finales de los años 60, de una forma casual ya
que era el disolvente del producto cuyas propiedades anticonvulsivantes
se quería probar experimentalmente. A pesar de su rápida
difusión por nuestro continente, no fue aprobado por la Food
and Drug Administration (FDA) americana hasta finales de los 70.
Un
retraso similar entre la autorización europea y americana
ocurrió con la vigabatrina (VGB), autorizada en nuestro país
desde 1990. Este fármaco fue el primero en aparecer de todos
los antiepilépticos de segunda generación. En 1993,
fue autorizado el felbamato (FBM), fármaco que se puso oficialmente
en cuarentena un año más tarde debido a los casos
de aplasia medular registrados tras su uso. A continuación,
hicieron su debut: gabapentina (GBP), lamotrigina (LTG), topiramato
(TPM) y tiagabina (TGB). Entrados ya en el nuevo milenio, pudimos
disponer también de la oxcarbazepina (OXC) y el levetiracetam
(LEV). Hasta aquí los productos actualmente comercializados
en nuestro país, pero hay al menos otros cuatro que probablemente
aparecerán en el mercado durante los próximos cinco
años.
Tantas
y tan recientes novedades aconsejan una revisión sobre su
eficacia, mecanismo de acción y utilización en la
infancia.
OBJETIVO
DE LA INTERVENCIÓN FARMACOLÓGICA ANTIEPILÉPTICA |
Algunos
productos, como las benzodiazepinas de acción rápida
(diazepam, midazolan) tienen un efecto anticonvulsivante pero no
antiepiléptico. La razón estriba en que son capaces
de abortar una convulsión pero no de prevenir las siguientes.
La epilepsia es un trastorno crónico, que por definición
exige la presencia de al menos dos ataques epilépticos, y
se entiende por tal al producido por una descarga neuronal espontánea,
hipersincrónica, que se traduce clínicamente por uno
o más de los siguientes síntomas: motores, sensitivos,
sensoriales, vegetativos, cognitivos o alteración del nivel
de conciencia.
Los
fármacos antiepilépticos (FAE) actuales han sido desarrollados
con el objetivo de evitar la aparición de nuevas crisis epilépticas.
La paradoja actual es que, aún cuando lo consiguen –y
lo hacen en el 70% de los casos-, no parece ser que modifiquen el
pronóstico de la enfermedad salvo en circunstancias muy concretas.
El ejemplo más evidente es el de la epilepsia resistente
al tratamiento: la evolución de una epilepsia hasta convertirse
en un proceso refractario tiene que ver no sólo con las alteraciones
de los circuitos cerebrales reorganizados tras el insulto inicial
o tras un status convulsivo, sino también con las anomalías
genéticas (mutaciones) y variaciones genéticas (polimorfismos)
del individuo, que influyen en la manera de reaccionar ante el insulto
y por lo tanto en el desarrollo de la epilepsia sintomática
adquirida, además de en las de origen genético y multifactorial.
De tal forma que es de suma importancia reconocer los factores pronóstico
en circunstancias basales para planificar un tratamiento más
o menos precoz y agresivo. El actual paradigma de la epileptogénesis
[1] engloba al transfondo constitucional del sujeto y a los procesos
que tuvieron lugar antes de la primera crisis, que convierten al
cerebro en susceptible de sufrir crisis recurrentes espontáneas,
y que sirven para intensificarlas y para aumentar su resistencia
terapéutica.
Por
tanto, la intervención farmacológica estaría
hoy en día encaminada a: 1) prevenir la epileptogénesis
(acción antiepileptogénica y neuroprotectora); 2)
tratar las crisis (acción anticonvulsivante); 3) evitar la
progresión de la epilepsia (acción modificante de
la enfermedad); y 4) tratar la epilepsia crónica y a menudo
fármacorresistente (acción preventiva o modificadora
de la fármacorresistencia) [2].
LA
BÚSQUEDA DE NUEVOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS |
Los
primeros fármacos antiepilépticos fueron descubiertos
bien como fruto del azar, o bien por las propiedades sedantes de
los extractos naturales de los que procedían. En 1937, Putnam
y Merritt desarrollaron una técnica experimental con un modelo
animal sobre el que realizaron el estudio sistemático de
la eficacia de gran variedad de productos. Así descubrieron
la fenitoína, que resultó ser el paradigma de la investigación
farmacéutica antiepiléptica durante décadas
[3].
Durante
la segunda mitad del siglo se fue imponiendo otro paradigma: “el
diseño racional de las drogas”, que ha dado lugar a
la segunda generación de fármacos antiepilépticos.
Se basa en los conocimientos actuales sobre sus mecanismos de acción
y fisiopatología de la crisis epiléptica. Y así,
se han sintetizado productos que: a) modulan los canales iónicos
dependientes del voltaje, que están implicados en la propagación
del potencial de acción; b) potencian la acción inhibidora
del GABA; c) suprimen la acción excitadora del ácido
glutámico.
Pero
estos productos no actúan apenas sobre los puntos 1 y 3 del
apartado anterior: la epileptogénesis y la modificación
de la enfermedad. Estos constituyen actualmente el campo de investigación
farmacológica, por lo que se ha propuesto que la investigación
se centre en el análisis de la expresión génica
en los tejidos cerebrales epileptógenos extraídos
de los pacientes sometidos a cirugía de la epilepsia, o de
los modelos animales. Las consecuencias funcionales de estas alteraciones
génicas podrían ser luego estudiadas en ratones transgénicos,
lo que a su vez ofrecerá a los investigadores los puntos
bioquímicos clave para la intervención farmacológica
[4].
INDICACIONES
DE LOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS EN LA INFANCIA |
En
los pacientes adultos, cada fármaco antiepiléptico
tiene su indicación según el tipo de crisis: focales
o generalizadas, y con menor frecuencia según el síndrome
epiléptico. Simplificando al máximo, los fármacos
contra los que se comparan los demás son: carbamazepina para
las crisis focales y ácido valproico para las generalizadas.
Los nuevos fármacos antiepilépticos han sido utilizados
sobretodo en las crisis parciales, aunque algunos muestran un espectro
más amplio extendiéndose su uso también a las
crisis generalizadas. Tal es el caso de la lamotrigina, topiramato
y levetiracetam.
Durante
la infancia, cada fármaco antiepiléptico se indica
según el síndrome epiléptico que sufra el niño.
El diagnóstico sindrómico tiene durante los primeros
años de vida una importancia fundamental de la que carece
en la edad adulta. Cada síndrome epiléptico puede
tener diferentes tipos de crisis, pero es el síndrome el
que determina el pronóstico, la necesidad o no de tratamiento,
la agresividad del mismo, la necesidad o no de estudios de neuroimagen,
etc. La International League Against Epilepsy (ILAE) es el organismo
internacional encargado de la definición y clasificación
de los diferentes tipos de crisis epilépticas [5] y de síndromes
epilépticos [6, 7].
En
la tabla I se muestra la indicación de cada fármaco
según el síndrome epiléptico que padezca el
niño, y en la tabla II sus contraindicaciones en el terreno
de la epilepsia.
Los
fármacos antiepilépticos se han utilizado desde siempre
en otro tipo de trastornos, fuera del campo de la epilepsia: para
el dolor neuropático (CBZ, PHT y más recientemente
GBP), para el tratamiento de la corea (VPA,CBZ), como estabilizador
emocional en los trastornos bipolares (VPA entre otros), como antimigrañosos
(VPA,CBZ, PHT y más recientemente GBP y TPM), etc. De hecho,
para algunos de estos productos la facturación en indicaciones
no epilépticas alcanza el 40-60% de su facturación
total. Sin embargo, a la hora de recetarlos se debe tener en cuenta
si el producto está autorizado no solo para esa edad sino
también para esa indicación, a no ser que se quiera
utilizar la vía del uso compasivo.
FARMACOCINÉTICA
DE LOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS (FAE) |
La
farmacocinética es el estudio cuantitativo de la absorción,
distribución, biotransformación y excreción
de una droga. Algunas de estas variables tienen una aplicación
clínica relevante que conviene conocer.
La
absorción oral para un mismo fármaco puede variar
según la forma de presentación (dispersable, tabletas...),
las características químicas (sales, soluciones cristalinas...),
o las de la manufactura (disolvente, lubricante, estabilizante...),
por lo que puede variar de un producto comercial a otro, aunque
se trate del mismo compuesto. Puede además ser interferida
por la ingestión de alimentos (LTG), por el pH gástrico
(VPA en comprimidos con recubrimiento entérico), o porque
sean de liberación retardada (Depakine Crono ®).
Para llegar al torrente sanguíneo, el fármaco debe
circular por el tubo gastrointestinal, atravesar la mucosa intestinal
y el hígado (“first-pass hepatic metabolism”).
Cada barrera tiende a disminuir la biodisponibilidad de la droga,
que sin embargo es alta en la mayoría de los antiepilépticos
(>90%), salvo para el VGB (80%), CBZ (75-85%) y GBP (35-60%).
El
intervalo de tiempo transcurrido entre la ingestión y el
pico máximo de concentración sérica es muy
breve (0.5 – 2-4 h.) para el levetiracetam, vigabatrina y
fenobarbital. Tiene una duración moderada (1 – 4 h.)
para casi todos los demás FAE, con la excepción de
aquellos de intervalo más prolongado (2 – 12 h.) como
la carbamazepina, felbamato, gabapentina y fenitoína [9].
La
relación fracción libre /fracción unida a proteínas
puede oscilar según el estado físico del paciente,
y dado que la fracción libre es la forma activa, la cobertura
terapéutica del paciente puede variar según dichos
estados. Este hecho ha sido implicado para explicar la descompensación
de las crisis de muchos epilépticos cuando sufren un proceso
febril intercurrente. Los estados carenciales y las hipoproteinemias
de cualquier origen requieren dosis mucho más bajas de antiepilépticos,
porque en ellos, la fracción libre del medicamento es mucho
mayor. Las drogas sin unión a proteínas serían
las indicadas en estos casos.
La
unión a proteínas oscila del mínimo al máximo
según el fármaco antiepiléptico de que se trate:
es alta (75-90%) para la tiagabina, fenitoína, valproico,
benzodiazepinas y carbamazepina; moderada (40-55%) para fenobarbital,
oxcarbazepina, y lamotrigina; baja (15-25%) para el felbamato y
topiramato; y mínima (< 10%) para la etosuximida, levetiracetam,
primidona, vigabatrin y gabapentina.
La
biotransformación de los fármacos ocurre principalmente
en el hígado, donde son convertidos en productos hidrosolubles
que permitan su excreción renal. El metabolismo hepático
de las drogas tiene lugar a través de cuatro grandes vías,
las tres primeras de las cuales se agrupan en las llamadas “reacciones
de fase I”: oxidación, reducción e hidrólisis.
Las “reacciones de fase II” engloban a todos los mecanismos
de conjugación que, por lo general, ocurren a continuación
de las primeras.
La
mayor parte de las reacciones de oxidación tienen que ver
con el citocromo P (CYP) 450 y sus numerosos isoenzimas, cuya actividad
está determinada por factores genéticos y por factores
ambientales. Entre éstos últimos, se incluye la exposición
a determinadas drogas, que inhiben o inducen la acción enzimática
del CYP-450 sobre otros substratos. Esta es la vía mayoritaria
para los antiepilépticos aromáticos (fenitoína,
fenobarbital, primidona y carbamazepina) así como para el
la etosuximida y, en menor grado, para el valproico. Los productos
obtenidos a través de esta vía suelen ser estables
pero si no lo son han de ser rápidamente conjugados (fase
II) para que no reaccionen con macromoléculas endógenas
y producir necrosis tisular (hepato-toxicidad, toxicidad en la médula
ósea), teratogenicidad y carcinogénesis. La hipersensibilidad
cutánea de la carbamazepina tiene también que ver
con esta vía.
La
reducción no es una vía importante para los fármacos
antiepilépticos salvo en el caso de la oxcarbazepina. La
hidrólisis se utiliza más como vía desintoxicadora
de metabolitos intermediarios obtenidos durante la oxidación.
Cuando falla, suelen aparecer reacciones de hipersensibilidad. Las
reacciones de fase II están representadas sobretodo por la
glucuronoconjugación, un mecanismo importante para completar
la biotransformación de casi todas las drogas que utilizan
la oxidación como vía metabólica principal,
así como para la lamotrigina que utiliza esta vía
casi con exclusividad [10]. Las excepciones son la vigabatrina,
gabapentina, topiramato y levetiracetam que se excretan por el riñón
con escasa o nula biotransformación.
La
vida media del fármaco es un concepto que permite calcular
con rapidez y sin mayores complicaciones cuestiones de tanta utilidad
práctica como el momento oportuno para la determinación
de niveles séricos, la estabilización medicamentosa
o la eliminación total del producto fuera del organismo.
Se refiere al tiempo necesario para reducir a la mitad la concentración
sanguínea del producto, y está determinado por su
volumen de distribución y por su aclaramiento.
La
concentración en sangre de una droga alcanza el período
estable cuando la cantidad ingerida durante un intervalo determinado
está en equilibrio con la cantidad excretada durante ese
mismo período. El período estable y la vida media
tienen una estrecha relación que depende del tipo de relación
farmacocinética del producto: farmacocinética lineal
o no lineal [11].
La
cinética lineal, también llamada de primer orden,
es aquella en la que la dosis tiene una relación lineal con
el nivel sérico una vez se ha alcanzado el período
estable. Cuando se inicia un tratamiento antiepiléptico,
que por definición es oral y a largo plazo, el producto se
acumula en el organismo hasta que alcanza el período estable
o fase de meseta. Este equilibrio se obtiene al 97% al cabo de 5
vidas-medias, y es completo al cabo de 7 vidas-medias, cuando el
fármaco tiene una cinética lineal. Esto quiere decir
que los fármacos con vida media más corta alcanzarán
antes la fase de meseta. Por ejemplo, la vigabatrina, tiagabina,
ácido valproico, gabapentina y levetiracetam, con vidas medias
de 2-9 h., alcanzarán el período estable a las 48
h. de la última modificación de la dosis, mientras
que el topiramato requerirá 3-5 días, las benzodiazepinas
de vida media larga (clobazam y clonazepam) requerirán 6-10
días, y el fenobarbital 15-20 [9]. Cuando se intente eliminar
un fármaco por completo del torrente sanguíneo, hay
que calcular también 7 vidas medias a partir del momento
de la suspensión. Cuando se modifique la dosis, duplicándola
o reduciéndola a la mitad, se debe esperar 7 vidas medias
para alcanzar la nueva fase estable. Ni la eficacia terapéutica
ni los niveles séricos deben ser evaluados antes de alcanzar
la fase estable.
La
cinética no lineal, o de orden cero, es aquella en la que
la concentración sérica del fármaco aumenta
a un ritmo desproporcionadamente mayor que el incremento de la dosis,
porque disminuye su aclaramiento según aumenta la dosis.
Se le llama también cinética de saturación
o concentración-dependiente. La vida media del producto se
alarga, por lo que aunque se mantenga el axioma de 5-7 vidas medias
para alcanzar la fase estable, el tiempo requerido será mayor
a dosis altas que cuando se utilicen dosis más bajas. En
los casos de intoxicación, la eliminación total del
producto requerirá un tiempo mayor que el que se requirió
para alcanzar la fase estable antes de la intoxicación. Este
tipo de farmacocinética es propio de la fenitoína.
Algunos
antiepilépticos con cinética lineal pueden mostrar
características de la cinética no lineal cuando se
utilizan a dosis muy altas, como es el caso del ácido valproico.
En este caso ocurre una saturación de la unión a proteínas
del fármaco, con lo que al incrementar excesivamente la dosis
aumenta la fracción libre que es rápidamente eliminada.
La
farmacodinamia de los productos antiepilépticos describe
la acción de las drogas sobre la membrana neuronal. El efecto
farmacológico se lleva a cabo a través de los canales
iónicos dependientes del voltaje, o de los receptores de
la membrana gabaérgicos o glutamérgicos, algunos de
los cuales tienen también un canal iónico asociado.
En
las crisis epilépticas de origen focal, la descarga paroxística
neuronal provoca una despolarización de la membrana en un
grupo de neuronas de una forma hipersincrónica. Cuando la
despolarización se mantiene recluta nuevas poblaciones neuronales,
lo que se manifiesta clínicamente por la progresión
o generalización secundaria de la crisis. Pero más
frecuentemente, en lugar de mantenerse, la despolarización
inicial es seguida de una hiperpolarización más o
menos prolongada que impide la progresión mencionada. Cada
una de estas fases se produce por la aparición de una serie
de corrientes iónicas y de neurotransmisores en la sinapsis,
diferentes para cada caso:
- La despolarización es debida a la activación de
los receptores glutamérgicos que permiten una rápida
entrada de sodio en la neurona.
- El mantenimiento prolongado de la despolarización se debe
a la estimulación de otro tipo de receptores glutamérgicos
que permiten la entrada de sodio y de calcio. Cuando el calcio entra
en la terminal dendrítica presináptica, favorece la
liberación de mayor cantidad de neurotransmisores.
- La hiperpolarización aparece gracias a la activación
gabaérgica de los canales de cloro y potasio asociados a
los diferentes receptores de GABA.
En
las crisis epilépticas generalizadas hay una sincronía
bilateral de las descargas cuyo origen parece estar en los circuitos
tálamo-corticales: las neuronas en ciertos núcleos
talámicos adquieren una actividad rítmica cuando durante
la despolarización entra calcio en la terminal postsináptica,
a través de canales de bajo voltaje llamados canales de calcio
T, que mantienen la despolarización provocando los ritmos
de 3 ciclos por segundo propios de las crisis de ausencia [12].
El
mecanismo de acción de los antiepiléticos clásicos
se conoció mucho después del conocimiento empírico
de su actividad terapéutica. Resultó que la mayoría
estabilizaban la membrana ya despolarizada, bloqueando los canales
de sodio dependientes de voltaje. La fenitoína y la carbamazepina
actúan de este modo. Cuanto más despolarizada esté
la membrana o más veces se despolarice, más eficaz
será el fármaco. Constituye un bloqueo selectivo de
la actividad paroxística y no de la actividad normal. El
VPA actúa también sobre estos canales pero en algún
lugar diferente de los otros dos. Otros fármacos pueden actuar
también de esta manera pero solo a concentraciones tóxicas
(PB, PRM, CZP).
La
fenitoína, fenobarbital y benzodiazepinas a dosis altas inhiben
los canales presinápticos de calcio; la etosuximida y el
ácido valproico a dosis altas los inhiben a nivel postsináptico,
razón por la cual actúan sobre las neuronas talámicas
cuya ritmicidad es responsable de las ausencias típicas del
Petit Mal. Sobre los canales de potasio, una vía teóricamente
muy prometedora, no hay fármacos comercializados que actúen
sobre ellos, salvo la carbamazepina pero de forma minoritaria. La
alteración genética de diferentes subunidades de este
canal está en la base del síndrome del QT largo, de
las convulsiones neonatales benignas y de alguna de las formas de
ataxia episódica.
La
facilitación gabaérgica fue procurada estimulando
la síntesis de GABA (VPA, GBP), inhibiendo su recaptación
(TGB), reduciendo su catabolismo (VGB), o facilitando la acción
GABA en los receptores GABA A (BZD, PB, TPM).
La
inhibición glutamérgica se consiguió inhibiendo
la liberación de ácido glutámico (LTG) o el
canal de sodio asociado al receptor (CBZ, PHT, VPA), o antagonizando
la acción del glutámico en diferentes receptores (TPM)
[12].
RELACIÓN
ENTRE FARMACOCINÉTICA Y FARMACODINAMIA |
El
efecto farmacológico será proporcional a la concentración
de la droga sobre el receptor. La concentración depende de
la farmacocinética, y la relación entre concentración
y respuesta esta definida por una ecuación que, para la mayor
parte de los fármacos antiepilépticos, define una
curva determinada que difiere de la de otros fármacos [9],
y que indica que por encima de una concentración dada, posteriores
incrementos de la misma no aumentan el porcentaje de respuesta máxima
del receptor. En contrapartida, algunos fármacos se unen
irreversiblemente al receptor, como por ejemplo la vigabatrina que
inhibe irreversiblemente a la GABA-transaminasa, con lo que aumenta
la concentración del GABA de la sinapsis y prolonga su actividad
farmacológica más allá de lo que sería
de suponer por su vida media.
Toda
droga tiene una cifra de concentración en sangre, que oscila
entre unos límites determinados, con la que alcanza la mayor
eficacia junto con la menor toxicidad. Este rango sigue una distribución
normal, lo que indica que habrá un número pequeño
de pacientes en ambos extremos de la curva de Gauss para cada fármaco.
Por este motivo (que depende del paciente), además de por
la farmacocinética del producto y por las posibles interacciones
con otros fármacos, los resultados de una determinación
de niveles séricos deben ser cuidadosamente interpretados.
En
primer lugar, los niveles séricos deben extraerse cuando
el paciente se encuentra en la fase estable después del último
ajuste de medicación. Si se estudian antes de que se haya
alcanzado esta fase pueden inducir a realizar cambios inadecuados
de las dosis o a malinterpretar su relación con los efectos
secundarios. En segundo lugar, se debe tener en cuenta que la determinación
de la concentración sanguínea nos da la cifra total,
no únicamente la de la fracción libre que es la farmacológicamente
activa. En tercer lugar, la determinación ha de realizarse
en condiciones basales, es decir justo antes de la próxima
dosis.
La
dosis de impregnación inicial pueden permitir alcanzar unos
niveles séricos similares a los de la fase estable en menor
tiempo, pero con frecuencia producen toxicidad transitoria y en
ocasiones provocan una autoinducción enzimática de
su metabolismo que obligará más adelante a aumentar
la dosis de mantenimiento para mantener niveles similares. Tal es
el caso de la carbamazepina.
La
determinación de niveles se realiza habitualmente para: a)
asegurar el cumplimiento del tratamiento por parte del paciente
cuando la eficacia terapéutica no es la esperada; b) averiguar
la relación del producto con los posibles efectos secundarios;
c) estudiar el estatus metabólico del paciente respecto a
la droga: si se trata de un metabolizador rápido o lento;
d) vigilar las interacciones medicamentosas en los pacientes con
politerapia o con otros tratamientos que interfieran con la absorción
o metabolismo del fármaco antiepiléptico.
Los
nuevos fármacos antiepilépticos tienen unas características
farmacológicas que hace innecesarias las determinaciones
séricas, salvo quizá en el caso de la lamotrigina,
cuya lenta introducción e interacción con otras drogas
hace que en muchas ocasiones se quede por debajo del rango terapéutico.
INTERACCIONES
MEDICAMENTOSAS |
La
interacción entre medicamentos puede ser farmacodinámica
o farmacocinética. La primera se manifiesta cuando dos fármacos
compiten por el mismo receptor o favorecen uno la acción
del otro. El ejemplo habitual es el de la lamotrigina que parece
aumentar los efectos tóxicos de la carbamazepina sin aumentar
los niveles séricos de ésta última o de su
metabolito activo (epóxido) [11]. Combinar dos fármacos
que actúan ambos bloqueando los canales de sodio, no suma
muchas veces su eficacia. Si se administra un fármaco que
aumenta la concentración de GABA en la sinapsis, la acción
de un segundo producto con una acción similar puede ser inoperante
o bien provocar toxicidad por exceso de inhibición neuronal
[13].
Las
interacciones más frecuentes son, sin embargo, las farmacocinéticas.
Los dos mecanismos farmacocinéticos que tienen relevancia
clínica cuando hay interacción son la biotransformación
y la unión a proteínas. La primera ocurre sobretodo
cuando se utilizan fármacos que requieren el CYP 450 para
su metabolismo hepático. El ejemplo clásico es la
inhibición del metabolismo de la fenitoina y la inducción
del metabolismo de la carbamazepina cuando ambos fármacos
se administran conjuntamente. Cuando a un paciente en politerapia
se le retira un fármaco inductor enzimático, los niveles
del otro producto pueden aumentar inadvertivamente.
La
competencia por la unión a proteínas justifica, por
ejemplo, la interacción entre el ácido valproico y
la fenitoína: al incrementar la dosis del primero se saturan
las uniones proteicas desplazando a la fenitoína, la cual
aumenta entonces su fracción libre con lo que puede producirse
una toxicidad transitoria por fenitoína seguida inmediatamente
de una disminución de sus niveles séricos, por el
rápido aclaramiento de la fracción libre, con lo que
se terminará perdiendo eficacia terapéutica. Otras
interacciones se muestran en la tabla III.
Por
lo general, hay que recordar que hay productos que disminuyen la
absorción (antiácidos y antineoplásicos), productos
que desplazan a los demás de su unión a las proteínas
(salicilatos, valproato), productos inductores enzimáticos
(rifampicina, alcohol, tabaco, marihuana, carbamazepina, fenobarbital,
fenitoina, primidona) que disminuyen la vida media de los fármacos
concomitantes, y productos inhibidores enzimáticos que alargan
la vida media de los productos asociados (cimetidina, eritromicina,
isoniacida, sulfonamidas, valproato). [14, 15].
Existen
varios organismos internacionales que tratan de impulsar una terminología
unificada para describir los acontecimientos adversos relacionados
con los medicamentos: COSTART (USA), WHO-ART (OMS), ICD9-CM, y el
Medra (FDA americana) [16]. Además de la terminología,
el número de sujetos expuestos a la droga es también
importante para determinar la verdadera incidencia de los efectos
secundarios. Hasta que un fármaco no ha sido utilizado por
100.000 personas-año no se puede establecer con suficiente
seguridad su perfil toxicológico. Un ejemplo de reconocimiento
tardío de un efecto secundario es la disminución concéntrica
de los campos visuales ocasionado por la vigabatrina.
Los
acontecimientos adversos se clasifican como de tipo A (dosis-dependiente),
tipo B (reacciones idiosincrásicas), tipo C (reacciones por
acumulación de la droga durante tratamientos a largo plazo;
por ejemplo la dependencia tras el uso prolongado de barbitúricos
[17]), y tipo D (reacciones de aparición retardada, como
la terogenicidad o la carcinogénesis). En total, aproximadamente
el 50 % o más de los pacientes que reciben medicación
antiepiléptica sufren algún tipo de efecto secundario
[10]. Las reacciones idiosincrásicas, sin embargo, ocurren
solo en el 0.1% de la población general aunque constituyen
el 10% de todas las reacciones adversas ante cualquier tipo de medicamento
[18].
Los
efectos secundarios más frecuentes son aquellos dosis-dependientes,
y dentro de este grupo, los derivados de la neurotoxicidad: sedación,
depresión, mareo, alteraciones del nivel cognitivo, del comportamiento,
del equilibrio, etc.. , aunque ocasionalmente aparecen reacciones
idiosincrásicas no dosis-dependientes pero que son también
de este tipo con un cuadro clínico muy serio (deterioro mental
transitorio asociado a alguno de los FAE en ciertos tipos de epilepsia).
Otros efectos secundarios dosis-dependientes serían los trastornos
digestivos, la caída del cabello por valproico, la ganancia
de peso (VPA, CBZ, VGB) o la pérdida del mismo (TPM), etc.
Una buena monitorización clínica de los pacientes,
y la ayuda ocasional de la determinación de niveles séricos,
debiera de ser capaz de resolver estos problemas.
Las
reacciones idiosincrásicas son objeto de máxima preocupación
a pesar de su baja incidencia, dado que sus consecuencias puede
ser muy graves. Su incidencia para cualquier fármaco varía
entre 1/100 exposiciones a 1/100.000 exposiciones. El órgano
más frecuentemente afectado es la piel, seguido de la médula
ósea y el hígado, y en menor medida el sistema nervioso
y los riñones. El consenso actual es el de retirar todo fármaco
antiepiléptico que desarrolle un rash cutáneo, antes
de que pueda evolucionar a un cuadro más serio (carbamazepina,
lamotrigina, fenitoína, fenobarbital, primidona). Los antiepilépticos
aromáticos (fenitoina, fenobarbital, primidona, carbamazepina)
son los más frecuentemente implicados en las severas reacciones
de hipersensibilidad mucocutáneas con afectación sistémica.
Pero todos ellos, además de la etosuximida y el valproico
pueden ocasionar una gran variedad de reacciones idiosincrásicas:
agranulocitosis, anemia aplásica, S. Stevens Jonson, dermatitis
alérgica, fracaso hepático, pancreatitis... Los nuevos
fármacos antiepilépticos, con la excepción
del felbamato (retirado del mercado) y las alteraciones cutáneas
de la lamotrigina y oxcarbazepina, tienen un índice muy bajo
de reacciones idiosincrásicas si se comparan con los antiepilépticos
clásicos.
Para
prevenir las reacciones idiosincrásicas no hay otra posibilidad
que tratar de identificar con antelación los factores de
riesgo. Se ha desarrollado un perfil clínico por ejemplo
para el valproato [19]: aquellos pacientes con edad inferior a dos
años, retraso psicomotor y politerapia, que requieran la
administración concomitante de valproato debieran ser estudiados
previamente para descartar un posible error innato del metabolismo
(tabla IV). Se está tratando también de identificar
los marcadores bioquímicos que nos alerten sobre la idiosincrasia
del paciente ante el tratamiento farmacológico [18].
FARMACOGENÉTICA
Y EL ESTUDIO MOLECULAR DE LA FÁRMACO-RESISTENCIA |
Las
reacciones idiosincrásicas y demás tipos de efectos
adversos, así como la mejora de la eficacia medicamentosa
han impulsado el desarrollo de la llamada farmacogenética
también en el terreno de la epilepsia. En este sentido, se
están investigando: a) los genes que determinan enfermedades
epilépticas específicas (convulsiones neonatales benignas,
por ejemplo) para determinar su respuesta o resistencia a ciertos
FAEs con un mecanismo de acción específico para ellos;
b) los polimorfismos de los genes que codifican los receptores que
son el substrato de determinadas drogas, para averiguar la variabilidad
de la respuesta y posible modificación específica
del medicamento; c) genes que codifican las proteínas que
intervienen en la farmacocinética: absorción, metabolismo,
distribución... [20].
La
fármacorresistencia está siendo últimamente
el objetivo prioritario de la investigación molecular en
epilepsia, como antes lo fue en la investigación oncológica.
Existen proteínas capaces de transportar una gran variedad
de fármacos a través del epitelio vascular y hacia
las células blanco, en nuestro caso la glía y las
neuronas. La sobre-expresión de estas proteínas multitransportadoras
en el endotelio vascular, captando y devolviendo el fármaco
al torrente sanguíneo sin permitir su posterior traslado
a la glía y a la neurona, parecen justificar la fármaco-rresistencia
antiepiléptica en algunos modelos animales [4]. La sobre-expresión
puede ser constitucional, explicando así algunas epilepsias
intratables, o adquirida, apareciendo en las neuronas displásicas
o tras un status convulsivo, como una consecuencia no favorable
de la plasticidad neuronal [21]. Se podría dar el caso paradójico
de que administrando un fármaco antiepiléptico conjuntamente
con un inhibidor de la proteína transportadora se consiguiera
revertir la farmacorresistencia del paciente [4].
EFICACIA
Y TOLERABILIDAD DE LOS NUEVOS FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS |
En
series grandes de pacientes epilépticos de diagnóstico
reciente, que requirieron tratamiento y que han sido seguidos durante
largo tiempo [22], se ha observado que el 47% se controlan con el
primer fármaco antiepiléptico utilizado; un 13% adicional
con el segundo fármaco en monoterapia; un 1% más con
el tercer FAE también monoterapia, y otro 3% con biterapia.
En total, el 64% consiguieron un control total de las crisis. En
el 30% restante es donde se centra la acción terapéutica
de los nuevos fármacos antiepilépticos.
Los
nuevos fármacos antiepilépticos han pretendido alcanzar
las características ideales: buena biodisponibilidad (menos
gabapentina), nula o muy escasa unión a proteínas
(vigabatrina, gabapentina, levetiracetam, topiramato), ausencia
de metabolismo hepático (vigabatrina, gabapentina, levetiracetam,
topiramato), buena tolerabilidad, mínimo porcentaje de reacciones
idiosincrásicas (solo las presentan lamotrigina y oxcarbazepina),
y cinética lineal con escasas o nulas interacciones medicamentosas
lo que hace innecesarias las determinaciones de niveles séricos.
Aunque indicados sobretodo para la epilepsia con crisis focales,
algunos de ellos están demostrando un espectro de acción
más amplio (lamotrigina, topiramato y posiblemente también
el levetiracetam). La forma de presentación es oral exclusivamente,
en todos ellos. La escalada inicial de la dosis solo es rápida
(1 semana) para la gabapentina y vigabatrina, moderadamente rápida
(2-3 semanas) para la oxcarbazepina y levetiracetam, y lenta (5-8
semanas) para las demás: tiagabina, lamotrigina, topiramato.
Los
sucesivos meta-análisis han demostrado la mayor eficacia
de todos estos fármacos respecto al placebo, pero no las
diferencias entre ellos ni con los antiepilépticos clásicos
[23, 24]. La tolerabilidad, que también es similar entre
todos ellos, sí parece sin embargo, ser superior a la de
los fármacos clásicos. Según algunos autores
[25], la eficacia y la tolerabilidad de algunos de los nuevos fármacos
antiepilépticos corren en sentido inverso, siendo los más
tolerables (de mayor a menor): gabapentina, lamotrigina, tiagabina,
topiramato y vigabatrina.
En
los niños la valoración es necesariamente diferente.
El pronóstico y resultado final viene dado por el síndrome
epiléptico específico que sufra el niño [8].
Muchos de estos síndromes son edad-dependientes, algunos
con evolución catastrófica (S. de West, S. de Dravet
o Epilepsia mioclónica severa de la infancia, etc.), otros
de evolución benigna incluso sin tratamiento alguno (epilepsia
parcial benigna de la infancia con paroxismos rolándicos).
La farmacocinética depende también de la edad, distinguiéndose
claramente tres períodos diferenciados: neonatal, lactancia
y período infantil, y adolescencia cuando la famarcocinética
se hace similar a la del adulto. Por lo tanto, tanto la eficacia
como la tolerabilidad han de ser evaluados de forma diferente a
la del adulto.
El
desarrollo de los productos clásicos, sin embargo, no incluía
a los niños hasta las fases más avanzadas, cuando
lo hacían. La consecuencia era la utilización en la
infancia, por extensión, de productos estudiados mayoritariamente
en adultos y sin la necesaria documentación sobre su dosificación
y seguridad. La contrapartida era la reducción del armamento
terapéutico infantil. La situación fue abordada por
la ILAE en 1994 [26] especificando los requerimientos de los pacientes
pediátricos, y recomendando la introducción de casos
infantiles en fases más tempranas del desarrollo farmacológico,
aunque con las debidas precauciones. Las consideraciones éticas
(imposibilidad del consentimiento informado otorgado por el propio
niño, o de investigación farmacocinética en
niños sanos, placebo en monoterapia, etc.) han propiciado,
además, que el diseño de ensayos clínicos utilice
una metodología diferente a los de los adultos [27].
La
Academia Americana de Pediatría [28] ha enfatizado la necesidad
de que el beneficio terapéutico derivado de los nuevos productos
farmacológicos sea accesible a la población infantil,
con toda la responsabilidad que esto supone para la industria, las
instituciones y la comunidad. Hasta el momento, se han realizado
menos de veinte ensayos clínicos multicéntricos sobre
los nuevos fármacos antiepilépticos específicamente
para la población infantil. A pesar de su escaso número
y del hecho de que estuvieran enfocados a satisfacer los requisitos
de las instituciones oficiales que autorizan su consumo, se ha podido
extraer información práctica y clínica sumamente
útil sobre su eficacia y seguridad [29].
La
edad e indicación oficialmente autorizada para los nuevos
fármacos antiepilépticos, se muestra en la tabla V,
junto con otros datos de interés práctico.
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TABLA
1
Recomendaciones sobre la indicación de los fármacos
antiepilépticos (FAE), según síndrome
epiléptico, durante la infancia (modificada de Guerrini
y cols. 2002 [8]). |
Síndrome
epiléptico |
FAE
de 1ª línea |
Monoterapia
alternativa o biterapia añadida |
Otras
posibilidades |
Epilepsia
focal idiopática |
No
tratar |
CBZ |
LTG,TPM,CLB |
Epilepsia
focal sintomática |
CBZ,
VPA |
LTG,TPM,OXC |
LEV,PHT,PB,GBP |
EGI
con mioclonias |
VPA |
- |
ZP,ESM,LEV,PB,TPM |
EGI
con cr. Toc-clon |
VPA |
LTG,TPM |
LEV,PB,CLB |
S.
West |
VGB |
VPA |
Esteroides,CZP |
S.
Lennox-Gastaut y afines |
VPA
+ LTG |
LTG,TPM |
CLB,CZP,VGB,TPM,GBP,FBM |
Otras
generalizadas sintomáticas = las EGI con crisis tónico-clónicas
|
EGI:
Epilepsia Generalizada Idiopática |
TABLA
II
Fármacos antiepilépticos que pueden agravar
algunos síndromes epilépticos (Guerrini y cols.
2002 [8]). |
FAE
|
Síndrome
epiléptico |
Manifestación
del empeoramiento |
CBZ |
Epilepsia
Petit Mal
Epilepsia Mioclónica Juvenil
Epilepsia mioclónica progresiva
Epilepsia Rolándica
|
Ausencias,
mioclonias
Crisis mioclónicas
Mioclonias
Status eléctrico durante el sueño,
Mioclono negativo |
PHT |
Epilepsia
Petit Mal
Epilepsia mioclónica progresiva
|
Ausencias
Síndrome cerebeloso |
PB |
Petit
Mal |
Ausencias (a dosis altas) |
BZD |
S.
Lennox-Gastaut |
Crisis tónicas |
VGB |
Epilepsia
Petit Mal
Epilepsias mioclónicas
|
Ausencias
Mioclonias |
GBP |
Epilepsia
Petit Mal
Epilepsias mioclónicas
|
Ausencias
Mioclonias |
LTG |
Epilepsia
mioclónica severa del lactante (a dosis altas)
Epilepsia Mioclónica Juvenil |
Crisis mioclónicas |
TABLA
III
Interacciones de los fármacos antiepilépticos
más frecuentes (modificado de Browne 1998 [11]) |
Esta
droga... |
...
altera la concetracción plasmática de... |
....
es alterada (su concetración plasmática) por... |
|
Aumento |
Descenso |
Aumento |
Descenso |
Carbamazepina |
fenitoína
|
clonazepam |
acetazolamida |
fenobarbital |
|
- |
Etosuximida |
cimetidina |
fenitoína |
|
- |
Fenobarbital |
eritromicina |
primidona |
|
- |
Primidona |
fluoxetina |
- |
|
- |
Valproato |
isoniacida |
- |
|
- |
- |
Verapamil |
- |
Etosuximida |
fenitoína |
- |
valproato |
carbamazepina |
|
- |
- |
- |
Fenobarbital |
|
- |
- |
- |
Fenitoína |
|
- |
- |
- |
Primidona |
|
|
|
|
|
Fenobarbital |
- |
carbamazepina |
valproato |
carbamazepina |
|
- |
clonazepam |
cloranfenicol |
fenitoína |
|
- |
fenitoína
|
- |
- |
Primidona |
- |
carbamazepina |
valproato |
carbamazepina |
|
- |
clonazepam |
isoniacida |
fenitoina |
|
- |
fenitoína
|
- |
- |
TABLA
IV
Exámenes complementarios sugeridos antes de introducir
valproato en el régimen terapéutico de un paciente
con riesgo de reacción idiosincrásica: menor
de dos años, con retraso psicomotor y politerapia antiepiléptica
[19]. |
Determinación
de lactato y piruvato séricos
Carnitina sérica
Ácidos orgánicos en orina
Hematimetría y bioquímica basal
Protrombina y tromboplastina
Gases arteriales
Pruebas hepáticas y Amonio |
TABLA
V
Algunos datos prácticos sobre los nuevos fármacos
antiepilépticos |
FAE |
Autorización
oficial |
Intervalo
hasta
dosis mantenim.
|
Dosis
mantenim. |
Metabolismo |
Unión
a prot. |
Tiempo
fase e.* |
GBP |
>12
a., EP, M
>3 a., EP, TA |
1
semana
1 semana |
900-3600
mg/día
30 mg/Kg/día |
Ninguno |
No |
2 días |
LEV |
>16
a., EP, TA |
1-3
sem |
1000-3000
mg/día
(20-50 mg/Kg/día) |
Ninguno |
No |
2 d. |
LTG |
>12
a., EP y EG, M
>12 a., EP y EG, +VPA
>2 a., EP y EG, +VPA
|
5-8
sem
10-12 sem
6-10 sem |
100-200
mg/día
100-200 mg/día
(máximo 400 mg/día)
1-5 mg/Kg/día
(máximo 200 mg/día) |
Conjugación
hepática |
55%
|
3-10
d. |
OXC |
>6
a., EP, M |
2-3
sem. |
30-40
mg/Kg/día |
Reducción
hepática |
40%
|
2
d. |
TGB |
>12
a., EP, TA |
5-8
sem. |
30-50
mg/día
(0,4-0,6 mg/Kg/día) |
Oxidación hepática |
96%
|
2
d. |
TPM |
>2
a., EP y EG, M |
5-8
sem. |
5-9
mg/Kg/día |
Ninguno |
No |
3-5
d. |
VGB |
S.West,
M y tanda corta
>2 a., EP y EG, TA
|
1
semana
1 semana |
100-150
mg/Kg/día
40-100 mg/Kg/día |
Ninguno |
No |
2
d. |
EP:
Epilepsia parcial; EG: Epilepsia generalizada; TA: Terapia añadida;
M: Monoterapia, * Tiempo hasta alcanzar la fase estable tras
la última modificación de la dosis. |
|